martes, 28 de septiembre de 2010

¿Porqué a mí?

Casi siempre escucho esta pregunta en forma de lamento...
¿Por qué a mí? ¿Por qué este sufrimiento?.
Y es que le tenemos tanto miedo al dolor! Qué difícil es soportarlo! y se hace más difícil aún, cuando queremos encontrar la respuesta ante este interrogante... ¿Por qué a mí? Esta pregunta se transforma en obsesión, y muchas veces nos quita la paz y, si no nos sobreponemos a tiempo, nos amargará para siempre. Sin embargo, en lugar de luchar por salir adelante... nos resentimos y llegamos a convencernos que todo es una gran injusticia y lo único en nuestro cerebro es ¿Por qué a mí?, ¿Por qué si no he hecho nada malo?, ¿Por qué, si siempre voy a Misa?, Por qué si soy tan bueno?...
Escribo esto, y digo que es sólo para VALIENTES, porque sólo con valor, podremos superar los momentos difíciles, dejemos que los COBARDES, se amarguen la vida, rumiando su dolor, nosotros tenemos que superar cualquier mal momento con mucho valor y... Salir adelante!
También yo me hice esta famosa pregunta y también me pareció una gran injusticia; pero luego... ¿Saben qué ocurrió?...
Pensé en algo que cierta vez leí, sufrimos porque no le encontramos explicación a nuestro dolor, y nos atormentamos buscándole una razón, el porqué. Pero sobretodo: existió un Ser, un maravilloso Ser, que nunca hizo nada malo. Que toda su vida la dedicó a hacer obras buenas y amó tanto al mundo entero!. Más sin embargo, sufrió horriblemente, pero nunca se preguntó.
¿Por qué a Él?; ¿Por qué le ocurría eso a Él?... ¿Si nunca había hecho nada malo?... Y, cuando su piel se habría en heridas que sangraban, por los latigazos recibidos, cuando de su frente caían gotas de sangre, por las espinas que le pusimos, cuando Él caía una y otra vez por el peso de esa gran Cruz que le hicimos cargar, cuando sus ojos buscaban amor y sólo encontraba desprecio, maldad,... Y como recompensa recibía insultos, y pedradas, cuando nosotros sus "amigos" le traicionamos... En todos estos momentos Él nunca se preguntó ¿Por qué a mí?, sino que sufrió todo eso por Amor, por ese inmenso amor que nos tiene, y además porque tenía un propósito: el de liberarnos del pecado y darnos la esperanza de una vida nueva eterna.
Ahora que sé esto: cuando algo me daña o decepciona, ya no me martirizo preguntándome ¿Por qué yo?, si Cristo con ser Él tan bueno, sufrió tanto, ¿por qué voy a pensar que yo merezco más que Cristo? Y, más aún, cuando algo me ocurre, también le doy un propósito, es decir una finalidad a ese dolor; entonces ocurra lo que ocurra, lo ofrezco, SI ¡Ofrezco ese dolor por mis padres o por alguno de mis seres queridos y entonces...
Sí que es fácil cargar con esa cruz! Además, al cargarla, es como si estuviese respondiendo a esa mirada suplicante de nuestro Señor y fuese hasta donde Él está, y le ayudase con esa cruz tan pesada. Qué fácil es así soportar cualquier dolor; es más, puedes estar sufriendo, pero no estarás triste porque la alegría de Cristo estará contigo.

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